La empatía en los negocios

El 6 de enero, en mi familia, es un día muy especial. Niños y grandes abren sus regalos entre la alegría y la expectación de saber que será lo que le ha dejado Baltasar.

No son regalos caros, pero si esconden un tesoro: la escucha activa por parte del rey mago que compró ESE regalo y no otro. Meses antes seguro que comentaste algo sobre un libro o un director de cine o un utensilio de cocina y boom! De ese interés en el otro nace un fruto: una agradable sorpresa.

Ponerse en el lugar del otro, eso es la empatía. Según dice Daniel Goleman, empatía es la capacidad de proyectar tu atención sobre otro, en lugar de enfocar sobre ti mismo. Por lo menos durante un tiempo, suficientemente largo para poder sentirte en el otro. Muy bien, pero, ¿para qué sirve la empatía en los negocios?

Los negocios del siglo XXI orbitan en el exceso de oferta. Demasiada información nos agobia para escoger y, aún así, los productos y servicios son muy iguales. Esa saturación nos complica la vida y ya no nos basta el precio o tener un buen producto. Para destacar hay que empatizar.

Si hablamos de productos nos preguntaremos, ¿qué sentirá mi cliente cuando vea mi producto? ¿cómo lograré transmitir todos mis valores para lograr conectar con mi cliente? Mi objetivo es que mi cliente piense: este producto está pensado para mi: ¡LO QUIERO!

Las soluciones son las de siempre: packaging, branding, comunicación, PERO desde un foco emocional y empático, esta es la clave. Y es que las marcas buscan una alineación verdadera con el cliente vía valores. Y la pregunta del millón es, ¿cómo genero un discurso que enganche a mi cliente? Una solución es escribirnos y contratarnos :) y otra echarle un vistazo al Árbol estratégico.

Como hemos dicho, a todos nos gusta que piensen en nosotros, sobre todo cuando utilizamos un servicio. Que todo este pensado, calculado, medido y, sobre todo, equilibrado. Siempre pueden surgir imprevistos pero nuestro trabajo es intentar evitarlos. Y eso no se hace entre cuatro paredes. Se realiza en el lugar donde las cosas ocurren, viviendo la experiencia del otro. ¡No vas a empatizar si no bajas al barro, amigo! Otra solución es contratar a un diseñador de servicios por lo que puedes volver a escribirnos de nuevo.

Por último, comentar que nuestros esfuerzos por empatizar con el cliente tienen que ser auténticos. Si no somos capaces de profundizar y hacer un ejercicio sincero a lo mejor nuestro discurso suena a lata y en lugar de sumar restará… ¡Suerte con ello!